POR SUS FRUTOS...

Hemos de admitir que Rajoy tiene mano de santo para nombrar a sus ministros de educación. Y, o bien un ojo de tuerto, o bien es que la facción más integrista de su partido se lo impone, o puede que él mismo sea así aunque intente disimularlo… Pero hay que ver la frivolidad que se gasta para con los intereses de la educación y la cultura de los españoles. Inútiles, fanáticos, y más espesos que el barro… Y así nos vá.

                El malhadado Wertz, que fíjense la herencia educativa que nos ha dejado, que somos los últimos en la formación juvenil para el mercado laboral de toda la CEE, si bien que los primeros en fracaso escolar de esa misma Europa. Y son datos de Bruselas, no míos. Como premio a tan ilustrada labor y brillante gestión, el tito mariano lo manda a París a vivir a cuerpo de rey con su joven esposa, de embajadores de no sé qué, con un sueldo de auténtico escándalo y una residencia de insultante lujo… todo, por cuenta de sus víctimas.

                Ahora, en su lugar y como sucesor del desastroso y desastrado ministro anterior, se saca de la chistera un nuevo conejo del país de las maravillas del PP… Don Íñigo, con nombre, porte y hechos de aristócrata. Europeísta experto, dicen, se le ve elegante, pulcro y relamido, y es, además, un destacado y furibundo católico. Muy apropiado para la educación… católico-integrista, claro. Ya sabemos entonces quiénes capelos han impuesto al puesto a don Tancredo. Está muy claro.

                Se me podrá decir que no se puede juzgar a priori a nadie nada más que por sus tendencias. Y es cierto. Es verdad, en tanto en cuanto que las tendencias predisponen pero no disponen. Lo que pasa es que este nuevo ministro no ha tardado en dejar su huella, su tarjeta de visita, en sus primeras acciones, con sus primeros detalles, en los que se ha apresurado en dejar su firma de fundamentalismo activo.

               

Toda una declaración de intenciones, sin ninguna duda: Lo primero que hizo este mínister del que poco ha de menester, fue ordenar retirar del despacho oficial el retrato de don Miguel de Unamuno, que estaba allí desde los tiempos anteriores a Solana, por lo menos. Se vé que no simpatiza con su figura, que no le cae bien… Y eso que mi ilustre tocayo era de derechas, pero, claro, no de extrema derecha, y también honesto a carta cabal. Se enfrentó, jugándose la vida, a un acémila uniformado como Millán Astray que daba vivas a la muerte en su Paraninfo… Y, ahora que cito este detalle, a lo mejor es por eso que don Íñigo, hijo y nieto de militares africanistas de la época, tenga tirria a Unamuno… Puede ser, ¿no?.

                Hay algo muy cierto, y es que todos somos beneficiarios o víctimas de la educación recibida, para bien o para mal. Es la verdad. Pero no es menos cierto que un gobierno, y un presidente de gobierno, se retratan a sí mismos, y se responsabilizan (aunque sean unos irresponsables) según los que los representan. Y este nuevo ministro de educación comienza con actos de la peor educación y deja muy claro a los principios a los que sirve… y no es la cultura, precisamente.

                El desprecio – y aparentemente la venganza - por una figura de nuestra cultura hispánica, mundialmente reconocida, como es Unamuno, demuestra la clase, la educación y la cultura de un ministro de ídem…