PSOE

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Bueno… pues las primarias han decidido devolverle la secretaría general al anterior titular. Los militantes (la mitad, porque la otra mitad se han dividido entre otros dos), han decidido diseñar un nuevo Psoe – 89.000 votos van a condicionar la gobernabilidad, frente a los 5.500.000 votantes últimos –, el de un Pedro Sánchez Obrero Español, con iguales siglas, y a la antígua: de puño en alto e Internacional final. A lo más rancio lo llaman nuevo. Tengo claro que yo siempre apuesto por el perdedor. Me pasa siempre. Mis preferencias, indefectiblemente, siempre van a la cola, qué le vamos a hacer. Siempre me ha ocurrido.

            De los tres candidatos, el más moderado, el más integrador, el más conciliador, es el que, con diferencia, menos votos ha sacado. El más demagogo y oportunista ha quedado en segundo lugar, y el más populista, radical y extremista ha resultado ganador. Está claro pues que en las bases domina la demagogia, la radicalidad y el populismo. A la vista está. Los resultados son claros e ilustrativos, matemática pura. El absolutismo al poder.

            Lo que la militancia parece ignorar, quizá lo desprecia, es el hecho de que han puesto al partido al borde de su aniquilación. Primero, porque han bendecido una división fratricida y profunda, al tirar por la borda la posibilidad integradora que ofrecía Patxi López. Y segundo, porque lo que no llega a 190.000 militantes han despreciado a sus cinco millones y medio de votantes, aun siendo estos los peores resultados electorales de la historia del Psoe aportados de la mano del propio Pedro Sánchez. Van dos fracasos seguidos. El tercero puede ser el hundimiento del Titánic socialista.

            A partir de ahora puede ocurrir cualquier cosa. Si este oscuro y ambicioso, pero confuso, secretario general, anda los caminos que ha prometido, si bien nos tiene acostumbrados a sus impredecibles bandazos, giros y cambios, según le convenga a él, que no al partido, puede provocar un tremendo caos en el caso de Cataluña, y una inestabilidad política, social y económica con su enfermizo posicionamiento personal que lleva a la no gobernabilidad, pasando por un fortalecimiento, si no una entrega claudicatoria, a las tésis podemitas. En inteligencia básica, Iglesias dispone de más caudal que él, no lo olvidemos.

            Lo menos malo, analizando la situación serenamente, sería la convocatoria de unas nuevas elecciones. Y que el electorado, no las bases, si no los votantes, la ciudadanía, vuelvan a poner las cosas en su sitio y lugar. Lo que haga Pedro Sánchez desde hoy será un alto riesgo, pero no lo que diga, porque su palabra no tiene ningún valor. Dos veces prometió dimitir si no mejoraba el nivel de votos del Psoe en las generales, y dos veces los empeoró, olvidando luego su promesa. La culpa es solo suya, sí, pero la responsabilidad total y absoluta es de las bases.

            Desde hoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias serán los San Pedro y San Pablo del nuevo-viejo catecismo, los santos re-fundadores de la más rancia religión izquierdista de komintern y nomenklatura soviet. No se descartan las purgas. De hecho ya lo hizo Pablo con Errejón y Pedro lo está haciendo con los barones. Igual lo hizo Stalin. Nada nuevo bajo el sol. Es la batalla contra la corrupción, dicen… Pero hay muchas clases de corrupción. El perseguir el poder a cualquier costa y coste es corromper el sistema. El imponer la idolatría personal y obligar a adorar a Dios por la peana, es otra corrupción mayor. El comunismo lo hizo en su día. Lo mismo el fascismo, exactamente igual. Ambos utilizaron la democracia para cargársela.