¿QUÉ C... ES ESTO?

Europa ha comenzado a sentir vergüenza de sí misma. No es malo eso. Lo que pasa es que la cosa se queda solo en gestos para la galería interna. Se desmonta el asentamiento de Idomeni. Pero, no… no es que a esos casi diez mil refugiados se les vaya a dar asilo en el continente, no… Tan solo los cambian de sitio. Los reparten por varios lugares de Grecia para que se vea menos la ignominia. A la pobre y empobrecida Grecia se le va a inyectar una ayuda de once mil millones de euros para que haga de tapadera, y luego ya veremos…

 

                El “contingente” último que se ha traído España es de 20 (sí, veinte) refugiados. Ocho niños, siete mujeres y cinco hombres. Eso sí, un alto funcionario de traje y corbata los ha recibido a pié de escalera de avión, estrechando la mano de los adultos y haciendo cucamonas a los niños, poniendo el lado de cara más favorecido para las fotos y las cámaras de televisión. La directora general de inmigración los ha recibido con todo el aparato mediático y no se les ha entregado el consabido ramo de flores para el turista x millones porque aún conservamos un átomo de pudor.

                Y, por supuesto, se les ha dado en reparto a tres Ong´s para que se encarguen ellas de ubicarlos, atenderles y hacerles el seguimiento. Naturalmente, se les facilitará documentación oficial para que puedan escolarizarse los críos, buscar curro a los mayores, y todo eso, faltaría más… Así que cuando sale el ministro de interior lavándose la cara como los gatos y las manos como Pilatos ante tamaña gesta, a mí se me descomponen las tripas, no lo puedo evitar…

                La cuestión está en que todos quisieran ir a Alemania, o eso dicen cuando les preguntan, pero la inicial generosidad de Merckel la ha llevado a sus cotas más bajas, y ahora tiene que recoger velas y cerrar fronteras, forzada por los más energúmenos, y aún nazis, de su país y de su gobierno. Ganan los desalmados… Así que, de momento, se tienen que conformar con el premio de consolación, España, y en packs de veinte, como las ciruelas pasas. Generosos y solidarios que somos…

                Esta general insolidaridad – yo diría inhumanidad – me produce una tristeza enorme, un profundo vacío… Ya no sé lo que es esta triste Europa, desconozco los valores del país en el que he nacido y vivo, e ignoro el propósito de sus cada vez más falseados derechos humanos, si es que alguna vez los ha tenido, ya que aún conservo, eso sí, su significado.

                ¡Qué pena..!. Nunca hubiera querido vivir esto. Jamás hubiese deseado conocer esta experiencia… Un día de estos despertaré y no sabré dónde coño estoy… que no es lo mismo que en qué coño estoy. Hay una gran diferencia, piénsenlo bien…