RADIOGRAFIARSE
- Por miguel-galindo
- El 11/01/2019
Escribir es comprometerse. No se puede evitar. Todos los que nos hemos vendido al vicio de escribir, vamos dejando por ahí retazos de nosotros mismos, parte de nuestra propia genética ideológica, pedazos de lo que somos y de cómo somos, girones de nuestra propia alma. Todos aquellos que me siguen desde la multitud de años que lo llevo haciendo (más de 40, que se dice pronto) me conocen perfectamente, pueden hacer un retrato-robot de mi espíritu con un margen de error mínimo. Los que me leen desde hace décadas saben ya más de mí que yo mismo. A todos los que nos asomamos a las ventanas del columnismo nos pasa igual… que somos reos de nuestros lectores.
Un amigo me preguntaba si no me daba cierto temor el exponerme al conocimiento ajeno a través mis paridas. Si no sentía pudor al desnudar mis sentimientos (en cierta forma es como encuerarse en público) ante los ojos y los pareceres de los demás. Si no tenía escrúpulos en mostrar mis pensamientos, mis opiniones, mi forma de ser y manera de interpretar los casos y las cosas de la vida… Que me estoy retratando y mostrando ante la gente lo que soy y cómo soy…
Y, la verdad es que no lo había pensado de ese modo. Siempre lo he tomado como una terapia para con mis propias incapacidades, como un exorcismo para con mis fantasmas, como una válvula de escape para conmigo mismo. Es como una necesidad que me impulsa a comunicar y comunicarme, a compartir y compartirme, no sé si sabré transmitir lo que hoy quiero explicar… Pero nunca me había parado a pensar en mi posible vulnerabilidad ante los que me leen, me siguen, y quizá hasta me psicoanalicen. Por otro lado, se me ocurre que pocas, poquísimas personas, se van a tomar la molestia de hacerlo a través de mis escritos, por el simple hecho que no existen motivos que muevan a tal interés. Yo no soy negocio para nadie.
¿Acaso debería preocuparme?.. El razonamiento de mi amigo es correcto, impóluto. Llevo casi medio siglo haciéndome selfies antes de que se inventaran los selfies, y eso deja más rastro que los caracoles. No se puede negar. Algunos de los habituales, que igualmente se retratan en mi programa radiofónico El Mirador, lo llevan haciendo tanto tiempo, que parecen conocerme más que yo mismo. Sin embargo, es algo recíproco. Yo los conozco a ellos tanto como ellos a mí. Nos reconocemos mutuamente. Y eso es un concepto que apunta el de “amistad”.
También todas aquellas personas con hábitos y costumbres regulares de relacionarse con sus habituales, valga la redundancia, acaban por ser conocidos y reconocidos por los que le tratan. Eso es tan normal como inevitable. Así que tampoco me voy a preocupar yo de que también lo hagan aquellos que me leen, aunque para mí, la mayoría me resulten seres anónimos… Sí, ya sé, ellos tendrán siempre ventaja sobre mí, vale, pues me conocen sin yo conocerlos a ellos, cierto, pero es un riesgo que me apetece correr, qué quieren que les diga…
Pienso, y puedo estar equivocado, naturalmente, que mis lectores, de una u otra manera, en mayor o menor medida, hemos de tener cierto “feeling”, coincidir a cierto nivel, si no, no me seguirían. Si mantenemos un hilo conductor regular, es porque se siente atraídos de alguna forma por lo que yo voy soltando, por lo temas que toco, o por cómo los toco, o por qué los toco, no lo sé… Y eso nos une más que nos separa, dado que compartimos algo común. Y si eso fuera así, y creo que lo es aunque sea en parte, entonces resulta un absurdo que me plantee cortar tal relación tan solo por “protegerme” de una supuesta exposición a los que me conocen.
Termino con lo que empecé y como empecé: Escribir es comprometerse a dejar la ambigüedad del anonimato a un lado y mostrarse tal y como se es, y con el tiempo eso supone destruir la careta de uno mismo. Pues miren, amigos míos, eso me resulta apasionante…
El próx. Viernes, 11/01, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7: 7, RECORDEMOS LA HISTORIA, (o tendremos que repetirla). No puedes permitirte perdértelo.