RECAPACITEMOS
- Por miguel-galindo
- El 16/06/2020
Los Manuscritos del Mar Muerto fueron quizá el más importante hallazgo arqueológico del pasado siglo. Recuerdo en los años 60-70 que levantaban pasiones sus diversas interpretaciones. Yo mismo me leía todos los libros que me venían a las manos. También se conocían por los Rollos de Qumram, y siempre fueron un misterio, dados los intereses, luchas internas y ocultaciones que judíos y cristianos han mantenido siempre por el monopolio de sus textos, dada su implicación en los mismos. Hoy ha decaído el interés, ya casi desaparecido, del público, e incomprensiblemente ya solo es material para estudiosos y eruditos. Actualmente existen otras subculturas que esconden la auténtica y genuina cultura. Por lo menos la histórica…
Pero siguen dándonos sorpresas. Entonces se aplicaba el Carbono-14 para saber su antigüedad – trescientos años A.C. – y hoy se le suma la investigación genética de sus soportes. Últimamente hasta se le ha sacado el ADN a los rollos, y eso, aparte de los textos en sí mismos, nos permite saber su genealogía… Por ejemplo: están escritos sobre pergaminos de piel de cordero y de piel de vaca indistintamente. Sin embargo, en aquella época no existían vacas en aquella zona, de lo que se deduce que esos pergaminos fueron traídos de fuera e incorporados al acervo local. En otras palabras, el corpus de creencias propio fue ampliado y enriquecido con textos foráneos…
Bueno… ¿Y qué?.. ¿a qué viene este peñazo palicero de hoy, maestro liendres?.. Pues, si tienen un poco de paciencia, intentaré explicarlo. Ya sé que muchos de los que suelen seguirme no entienden mucho la importancia que suelo dar en estos casos, pero es que todas estas antiguas historias terminan por enseñar muchas cosas, incluso del mundo presente, de la sociedad actual. Se hacen comparaciones y se sacan conclusiones… Y como a mí me gusta compartir lo que pienso con los que quieren leerme, por si un acaso, pues eso…
Y resulta sorprendente constatar, por ejemplo, que aquella secta de los Esenios de hace 2.300 años tuvieran una mente lo suficientemente abierta y liberal, y desprejuiciada, como para aceptar y acoger “puntos de vista” ajenos a los de su propia comunidad, y que tales textos se hermanasen con los suyos propios… Y no es esto una afirmación gratuita, no, ni mucho menos. Eso permite explicar que los investigadores de antaño encontraran, cito textualmente, “textos divergentes de un mismo libro” (Nenhoff).
Pero lo que aún resulta mucho más sorprendente, amigos míos, es que, milenios después, las religiones, fés o creencias, herederas de aquellas, sean más cerradas de mentalidad que aquellas mismas, puesto que una diversidad de textos como la que hablamos, hoy no sería aceptada, dado que, tanto las versiones judía como la cristiana, de la Biblia, están dogmáticamente fijadas en versiones canónicas inamovibles. Sépase que canónica viene de Cánon: regla, medida, ajuste, poda, todo impuesto en el Concilio de Nicea, dónde los llamados Evangelios se depuraron de cuanto no servía a sus intereses.
Y ésta es la conclusión que, en definitiva, yo quería compartir hoy con ustedes que me siguen. Que, tras miles de años, en materia de fé religiosa, somos de mente mucho más cerrada y estrecha que aquellos predecesores ancestrales. Aquella gente era de mente abierta, estudiosa y analítica, en bastante mayor medida que la nuestra, que no admitimos más que lo que se nos manda admitir, y en demasiadas ocasiones con un espíritu integrista y rallano al fanatismo.
Y decimos que hemos evolucionado… e incluso así mismo lo pensamos, y llegamos hasta a creerlo. Vale. Pero no en esto. En cuestiones de fés y creencias somos más cerriles de lo que suponemos. Si el Concilio de Trento estuviera vigente, aún mandaríamos con gusto a la hoguera a gente como yo mismo, igual que a todo pobre diablo que se atreva a hacer una parodia – de mejor o peor gusto – de aquello que consideramos sagrado. Pero mal que nos pese, y por mucho que nos empeñemos, sagrado no es sinónimo de santo.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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