SACROS DEPREDADORES
- Por miguel-galindo
- El 07/09/2018
J.J. Tamayo, sacerdote jesuita y Director de la Cátedra de Teología de la Religión en la Universidad Carlos III, no lo ha podido decir de manera más clara, ni de forma más gráfica y dramática: “la pederastia no es solo el cáncer de la Iglesia. Es un cáncer con metástasis”… Yo no sé si será terminal o no, pero lo último descubierto en la Diócesis de Pensylvania es llanamente monstruoso. Más de setenta años de prácticas, más de trescientos clérigos implicados, más de mil víctimas, y todo cuidadosamente ejecutado, sabido y encubierto por toda jerarquía de la Iglesia y por las autoridades vaticanas.
Este mal afecta a todo el cuerpo eclesial: curas, obispos, cardenales, miembros de la Curia, educadores de colegios religiosos, seminarios, noviciados… Los que se hacen a sí mismos modelos en educación usaron su posición para abusar de los niños cuyos padres se los confiaban como sagrada garantía. “Guías de almas” que se dedicaban a mancillarlos, a anular sus mentes y a pervertir sus conciencias…
Pero en esto hay algo horrible, y es la respuesta a la pregunta: ¿conocían los Obispados, las Conferencias Episcopales, e incluso el mismísimo Vaticano la generalización de tales prácticas – no solo en EE.UU., también en Centro y Sudamérica, en Irlanda, en Australia…?. También España, también… Rotundamente, SÍ. Los informes se sucedían de todas las partes del mundo, pero ni se actuaba y hasta se ocultaban y tapaban. Las culpas se trasladaban de los pederastas a las víctimas, demonizándolos si decían algo. Eso sería una traición, un acto de desobediencia a los representantes de Dios en la Tierra. Hasta los propios católicos, padres de familia, callaban y consentían…
Aquí tenemos cientos de miles, quizá millones, de lesiones físicas, psíquicas, morales y mentales, y una pérdida de la dignidad propia repartidos en seres humanos de todo el mundo… Y aquí no hay actos de contricción, ni propósitos de enmienda, ni reparación por los daños causados, ni siquiera síntoma alguno de rehabilitación. La permisividad reiterada del delito, la falta de castigo, la negación y la complicidad, han convertido la pederastia en una práctica legitimada y estructurada dentro de la Iglesia. Una institución dirigida por varones. Un patriarcado religioso que recurre a agresiones sexuales sobre los más débiles como demostración omnímoda sobre cuerpos y almas. La más sacra y sagrada insensibilidad. El patriarcado y la pederastia religiosa es un binomio que suele ir de la mano causando grandes males humanos. Un extraño catolicismo a la vez que una perfecta antítesis de cristianismo.
Sin embargo, en todas las asociaciones feministas que hacen un ruido enorme por otro cualquier caso o causa infinitamente menor (no digo que no deban hacerlo) en esta monstruosa aberración se mantienen absurda y extrañamente calladas. Ni una palabra más alta que la otra. Nada. Cero… ¿Quizá porque la inmensa mayoría de las víctimas sean niños?.. Yo mismo me avergüenzo de pensarlo. ¿Quizá porque la mujer siempre ha sido el baluarte tradicional y costumbrista, en los hogares y las familias, del catolicismo?.. No lo sé, pero es muy raro.
Aunque quizá lo que más llama la atención sea que toda esa misma catolicidad (permítanme que respete lo de cristiandad y no lo mezcle en esto) no sea capaz de discernir la radical, definitiva, categórica, incondicional, terminante, tajante y absoluta oposición al mensaje de Jesús con esta situación que se ha mantenido durante siglos de oscurantismo religioso. Que se muestren absolutamente incapaces de ver la incompatibilidad del Evangelio que pregonan y dicen defender y practicar, con lo que oculta y desarrolla la tal institución. Y que justifique con silencios cómplices y culpables acatamientos lo que nunca, jamás, podrá tener justificación alguna…
Este cura y teólogo, Tamayo, lo está gritando desde la propia soledad de su ministerio y de su desierto personal: “Hay que eliminar de raíz el patriarcado eclesial, hay que demoler la imagen falsa de un Dios Padre, que es más padrone que padre, y hay que empezar a reconocer que no existen personas sagradas. Solo hay – o no – personas respetables”. Magníficas y valientes palabras. Las suscribo plena y rotundamente.
Porque eso, mi querido cura, lo vengo repitiendo yo desde hace décadas y décadas… Y lo único que recibo de los perfectíssimus paternosters que conforman los miembros de la grey es la cerrada oposición, o el ciego rechazo, o la vulgar conmiseración, quizá burla, quizá desprecio, quizá de todo un poco. O puede que simple silencio, que es lo menos malo. Pero el silencio, usted lo sabe, yo lo sé, algunos pocos lo saben, es la envoltura con que se cubre la ignorancia voluntaria. El callar y otorgar es lo que nos ha traído hasta aquí.
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