SERIADICCIÓN
- Por miguel-galindo
- El 15/12/2016
Antiguamente, existían los llamados seriales. Se emitían por la radio, y los adictos, normalmente adictas, paralizaban su actividad doméstica. Fuera lo que fuese lo que se estuviera haciendo, ponían el stand-bay (entonces no existía esa palabreja) al hogar, y pegaban la oreja al dial. Todo en casa quedaba en suspenso a la hora santa de Ama Rosa, o El Derecho de Nacer, o de cualquier otro folletín que arrastrase a mujer, suegra, fámula y cuñada soltera que por allí pululase. Lo siento, pero era así, no es mi intención espantar al feminismo, si no ser cronista de una época, entiéndaseme…
Hoy, la seriadicción es televisiva y, por ende, más general, genérica y generalizada, y afecta a ambos géneros por igual, por lo que se da la tan ansiada igualdad de géneros, además. Y se puede ver en directo o en diferido, al gusto y hora de cada cual o cuala. Glorioso. Incluso, por si faltaba algo, ahora ha salido un operador-productor-distribuidor que no me sale de los pimpollos nombrar... primero por no hacerle publicidad, y segundo, por joder, que le permite a uno/una bajarse la serie que le mole en serio, tanto para televisor, ordenador, tablet o móvil. Esto es, cuándo, cómo y dónde le pique la serieté, se lo rasca usté…
Puede enchufarse a su serie favorita en el metro, en el mercado, en el tanatorio, en la pelu o en el váter, en el dentista, el callista o el oculista, en la calle o en el congreso de los diputados, haciendo lo que fuese que haga… Ahora ya no hay excusa para despegarnos de nuestra adicción a la(s) serie(s) que se siga(n) por favoritas. Podremos estar conectados ad eternum en todo lugar, hora o condición, en y con el artilugio más a mano. Incluso limpiándonos el culo, siempre nos quedará una mano libre.
Si antes España era el país occidental donde menos se leía (salvo deportes y couchémerde), ahora va a leer el Tato. Cuatro raros mal contaos. Los terminales a moverse y los libros a joerse. Los seriadictos al poder. Todos colgados, conectados y conectadas a cada momento del día y de la noche, y vamos a recrearnos a nosotros mismos en una realidad virtual y ajena creada a la carta en serio… y en serie.
Lo que nos faltaba para vivir apollados en lo falso y agilipollados en la ficción. Porque los poderes fácticos que gobiernan el mundo producen series desde Giliburgo a Tontinisgán pasando por Cretinolandia, de todos los estilos y pistilos, colores, olores y sabores. Siempre habrá algo a lo que engancharse. Porque no lo han pensado aún (cosa del déficit cultural, claro) pero tienen un slógan promocional guay: Haga como Santa Teresa, y viva sin vivir en usted… en continuo éxtasis pantalla/contemplativo.
Menos mal que el Papa ha estado al quite, y al que tenga un zombi de estos en casa le puede aplicar la nulidad matrimonial urbi et orbe por los siempres de los siempres jamás, y quitárselo de encima… Graccie tanti, Paco.