¿SERÍAMOS CAPACES?..

Jonas Lüscher es uno de los mejores filósofos europeos actuales. Ha merecido el Premio Nacional de Literatura, en Suiza, y en Alemania ha quedado finalista en lo mismo… Y todo por su novela Kraft, aquí publicada por Vegueta ediciones. En la misma se plantea un sistema de pensar absolutamente revolucionario: el protagonista de su historia ha de responder a un reto filosófico… digamos que por estrenar: por muy calamitosa que sea una crisis, económica, sanitaria, política, social, o incluso bélica; por mucha maldad, dolor, miedo, sufrimiento, e incluso muerte, que provocan adversidades; por nefasta que sea la gestión de nuestros dirigentes; por ineptos, inútiles o incapaces que sean los políticos que nos gobiernan, nuestro mundo es bueno y camina a mejor, pues ningún mal es absolutamente malo, y es necesario para la existencia del bien… Tan solo tendríamos que creerlo y practicarlo.

Lo que plantea es relativamente sencillo de entender (no digo yo de hacer): estamos educados de cara a lo negativo, y educando de cara a lo competitivo. Quizá interesadamente orientados, pues el miedo y la desesperanza rinde muy buenos frutos a los vendedores de… digamos soluciones: compre usted esto, crea usted en lo otro, vacúnese, no se vacune, use aquello, vótenos… Observen las últimas crisis (económica o sanitaria, es igual) lo obedientes que hemos sido ante la posibilidad de la ruina o la muerte. Es la mecánica del terror… Recuerden hace tan solo un par de años apenas, el machaqueo inmisericorde y repetitivo de los medios con respecto a los números de muertos y a las matemáticas negativas del Cóvid… Un clima de terror generalizado y una débil luz de esperanza al final de un túnel tenebroso: la única solución. Síganos. Le llevaremos a una nueva realidad…

Lo que plantea es montar un escenario contrario: convencer a los ciudadanos de que tal catástrofe es un mal menor, una apariencia de mal, que, vista desde una óptica plenamente racional, la calamidad nos servirá para dar un salto cualitativo que nos hará lograr un bien en la sociedad significativamente mayor… Esa disposición de ánimo conseguiría, al menos, un par de cosas importantes: el aprender de los errores (toda calamidad, guerra, catástrofe, pandemia, son frutos de errores); y desarrollar una capacidad nueva de enfocar los problemas desde una óptica positiva: lo malo nos lleva, por pura necesidad, a lo bueno; y lo bueno solo nos puede llevar a lo mejor… salvo, claro, que hagamos mal uso de lo bueno. En realidad es la ley básica de la evolución.

La estrategia que expone resulta descarada, pero es fecunda, y sugerentemente humanista, por lo tanto, posible… De hecho, aunque les cueste trabajo creerlo, esa teoría ya está probada en el ser humano… Llámenlo como ustedes gusten: poder del pensamiento sobre la energía, el poder del autoconvencimiento, el de la sugestión, el de la llamada fé… El nombre que se le ponga no importa, lo que importa es que está demostrado que funciona… Pongamos un par de ejemplos: Uno de ellos, el de los llamados milagros, es el más carismático. En la Oficina del Registro de Curaciones – de óptica puramente material y científica: la de las meras constataciones – de Lourdes, tienen casos suficientemente certificados… No se me rían, alguno conozco yo de nuestra muy querida y cercana, y humilde, Virgen del Pasico. La imagen sagrada es solo el vehículo, pero la fuerza actuante la pone en circulación, la crea, una sola y única fuente: el individuo, el sujeto en cuestión.

El otro es el tan conocido en medicina como los placebos. El efecto placebo. Una sustancia química o natural inoperante para el organismo (a veces puede ser pura agua), pero que suministrada bajo el nombre de un principio activo concreto y definido – tan solo que desde su etiqueta – opera como tal sin serlo, y da los resultados efectivos que se espera de ellos… Exacto funcionamiento que con la iconografía religiosa, la única diferencia es que la fé (confianza absoluta) en vez de enfocarla en una entidad determinada se hace en la virtud de un producto determinado… El Tótem es el vehículo canalizador de la fuerza que pone en movimiento el “agente”, el que actúa: el propio paciente.

Entonces, digo yo, que el poder de cambiar la realidad, al igual que lo tenemos para lo particular, en conjunto, lo tenemos para lo general… Y no estoy aventurando disparate alguno: hablo de cambiar la realidad, así, con todas las letras. Porque la realidad no es nada más – y esto es pura metafísica – que lo que uno percibe, así que si lo percibimos de otra manera, también lo sentiremos de forma distinta a como ahora lo hacemos… y, al final, cambiaríamos la realidad de las cosas.

Lo que ocurre es que, desde nada más nacer, hemos sido muy mal educados para convertirnos en esclavos de las circunstancias y hacernos siervos de los salvapatrias y falsos profetas. Y se nos ha enseñado a enterrar nuestro potencial, inherente al ser humano que somos. Y lo hemos escondido tanto que ya no lo encontramos. Es más: no lo recordamos, ni siquiera ya nos creemos que exista. Y, claro, pasa lo que pasa.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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