SUPREMACISMO

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Hitler se suicidó en el bunker de su Cancillería, o al menos eso se asegura, y dejó ordenado a los pocos incondicionales a su mando que quemaran sus restos para que su cadáver no cayera en manos de la horda roja. Otros autores aventuran que eso fue un simulacro, y que el mágister nazi huyó a Sudamérica con unos cuantos de sus prendas… Si así fue, entonces es posible que de su progenie vengan todos los vástagos que ahora asolan, cada vez más y con mayor ahínco, todo el occidente aún civilizado. O si no, entonces es que sus cenizas aventadas infectaron matrices que luego fueron las madres de algunos líderes que hoy nos gobiernan. El poder del maligno, ya se sabe…

            Pero es que no tiene otra explicación, si no, lo que hoy está sucediendo. El principal genonazi se ha hecho con el control de la nación más poderosa de la tierra: Trump (adviertan su origen ario). Su fijación por los desplazados e inmigrantes hasta concebir la monstruosidad de separar a los hijos de sus padres y encerrarlos en gigantescas jaulas, la está inoculando en Europa a través de líderes como Orbán, Erdogán, etc… habiendo contaminado incluso a Italia. La declaración de Salvini con respecto a los gitanos es idéntica a la del siniestro Himmler respecto a los judíos.

 El asesor más diabólico de Donald Trump, Steve Bannon, ha pasado varia semanas en Roma asesorando a los de la Liga populista y xenófoba que gobierna hoy Italia. Igual que luego, tras él, ha llegado Alexánder Duquin, el principal inspirador de Vladimir Putin en su estrategia de destruir Europa, valiéndose de la corriente neonazi que azota occidente… Lo está advirtiendo a grito pelado Bernie Sanders, un senador norteamericano que lo está denunciando en cuantos foros le quieren escuchar.

Pero es que el supremacista que ahora gobierna Catalunya, un cerril como Torra, y una coreografía de partidos de pseudoizquierda, basándose en la peor parafernalia del peor nazismo, todo apunta a la misma tendencia desestabilizadora de igual signo. Tan solo hay que fijarse que tiene todas las bendiciones de ambas dos bestias del Apocalipsis: Putin y Trump. En lo único que se diferencia de sus hermanos europeos es en el disfraz. A aquellos les falta un tris en alzar la mano en un taconazo con un ¡¡heil, mein führer!! – en cuanto mismo se apoderen de la democracia a través de la propia democracia – y los nuestros de la república catalana están a punto de hacer exactamente lo mismo que las SS, si bien que levantando el puño cerrado.

Pero hay que estar muy ciego para no ver que lo que están haciendo (socavando) los Orban, Trump, Erdogan, Salvini, Putin, Le Pen, Torra, Puigdemont y toda la caterva de satélites polacos, ingleses, belgas, austriacos, húngaros, etc. es lo mismo: desestabilizar Europa, debilitar sus democracias, e imponer un supremacismo de corte puramente nazi, tan pronto como vayan asaltando las instituciones de gobierno. Es lo mismo, igual, idéntico, a lo que hizo Hitler y sus camisas pardas con el Boundestag: incendiarlo y achacárselo a las víctimas para ellos hacerse con el poder.

Herr Adolf, al final, estaba solo en la Guarida del Lobo (así llamaba él mismo a su residencia). Se mató, o eso dicen, cuando se vio rodeado por el fuego de las democracias que quiso destruir. Así mismo suelen obrar los escorpiones, según su naturaleza. Lo malo de estos tiempos que vivimos hoy es que hay demasiados lobos acechando desde sus muchas guaridas. Y les crecen los escorpiones como al circo los enanos. Y nosotros seguimos siendo culpables de lo mismo que ya acusó Hannah Arendt: de  inacción ante la maldad.     

 

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