YO TAMBIÉN QUIERO APEARME
- Por miguel-galindo
- El 15/10/2018
El otro día leí al buen columnista J.J.Millás sobre un anciano que estuvo más de tres horas delante de la tele, sin darse cuenta que estaba apagada. Acojonante. ¿Demencia senil?.. Es lo más socorrido, sí, es lo que se dice para darle sentido y explicarlo. Pero a lo mejor es todo lo contrario a la demencia: iluminación senil, o sea, para la mierda que nos meten, mejor me imagino yo el programa… El autor fantasea con que eso lo hace un viudo, y que es propio de la soledad. Pues mire, maestro, lo segundo bien puede ser, pues la soledad inventa extrañas compañías al necesitado de ellas, además de que, mire usted, también se puede estar en soledad con compañía. Pero lo primero, no sé, no sé… Si la señora del viudo era una carga, se liberó de ella, y si era toda su vida, estará deseando que termine la suya también, y sí, entonces es que se sienta ante el televisor a esperar la visita de la de la guadaña…
Pero fuese como fuera, esto dá mucho que pensar, por triste, o iluminador, que sea. Tres horas delante del principal expendedor de basura e idioteces varias, una de dos, o eres un mártir en olor de santidad, o eres un gilipollas irredento. Por lo que mejor apagadica, y así solo serás, o un distraído, o un sabio. Y ambas cosas, como todo el mundo sabe, vienen a ser lo mismo.
Porque, o tienes las tripas de lija, o te espera una verdadera vomitera. Y la caja boba no tiene culpa alguna, que conste. Eso es un aparato lleno de lámparas y contactos que tan solo transmite nuestras propias estupideces, nuestras tristes limitaciones, nuestras torpes manipulaciones, nuestras tristes incapacidades… Es como el espejo que nos ponemos delante cada mañana a la hora de afeitarnos. Que vemos al tío que se pasa la cuchilla por la cara sin vernos a nosotros mismos, casi que sin reconocernos. Pero somos nosotros. La tele es un espejo que nos tira a la cara lo que somos, cómo somos y quiénes somos.
Y somos de una especie social capaz de los mayores logros a la vez que del mayor cretinismo, y la tele es el medidor de la tensión, o del azúcar, o de la sumisión, que nos dice hasta qué punto o grado aceptamos lo que somos. Desde los programas que nos gustan, pasando por la adición seriada, hasta los telediarios. Todo lo que tan malsanamente nos metemos como supositorios cerebrales, pero que nosotros mismos los volvemos celebrales, solo por celebrar verlos…
Como la autocensura social que aplauden locos de alegría los propios censores oficiales y oficiosos. Esa autocapadura mental celebrada por el Gran Hermano. Por ejemplo, el ataque violento e insultante a Arantxa Echevarría por su película Cármen y Lola, sobre dos gitanas lesbianas, por parte de una alucinada y esperpéntica asociación de gitanas feministas, que no han visto la película pero reivindican el haber tenido que ser consultadas. O sea, una creación libre de un escritor, un autor, escritor, cineasta, pintor o lo que sea, ha de someterse antes a los que se consideran a sí mismos dioses en la tierra. Brutal. Claro, que luego asoma la patita la Iglesia Evangelista, y más de lo mismo… Pero, ¿el feminismo no defiende la libertad de expresión sexual?.. ¿en qué quedamos?..
O como una supercalifragilísticaexpialidosa asociación de abogados cristianos (por Dios y su santa abuela) que denuncia al incontinente y maleducado Willy Toledo – matad a Willy – por decir que él no cree en Dios ni en la Virgen, bien que con su acostumbrada mala sombra. La grosería no es un delito, y la libertad de pensamiento es un derecho humano. ¿Qué clase de abogados son estos, que se permiten ser jueces?.. ¿qué clase de asociaciones son esas que quieren erigirse en árbitros del pensamiento?.. ¿qué clase de sociedad, inquisitorial, inculta e ignorante estamos entronizando entre todos?... Como diría Mafalda: paren este mundo, que me quiero apear, óigan, o también acabaré viendo la tele apagada.
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