TODA UNA EXPERIENCIA
- Por miguel-galindo
- El 07/10/2019
Los de mi generación tenemos una edad difícil. Somos demasiado viejos para batallar con nietos pequeños y demasiado jóvenes para ir despidiéndose de los mayores. Ambas cosas nos va costando trabajo y nos llegan a destiempo las dos. Por un lado, aún andamos recogiendo y llevando críos, acuartelándolos, dando meriendas, entretenimiento y añorando el toque de queda, para que descansen ellos y descansar de ellos, y al mismo tiempo estamos viendo irse a los de la otra punta, añorando el tiempo que fueron pequeños también, y ya también tasando el que falta para su regreso de donde están ahora. Un contraste demasiado fuerte, pues nos es difícil hacernos a la vez a las dos vivencias contrarias.
A mí mismo se me han salido dos planetas mayores de mi órbita, cuando aún tengo pululando a mi alrededor otros en formación. Una a Valencia, otro a Irlanda, y se me abre un hueco que es la tercer parte de lo que me zurea aún alrededor, pero que éstos no pueden llenar, por mucho que alboroten mis días. Es una sensación extraña, de vértigo, de sentir las manos llenas a la vez que vacías, de compañía y de orfandad al mismo tiempo… Lo que digo: que los de mi generación tenemos una edad muy mala, muy difícil, y nadie parece darse cuenta de ello…
Con nuestros hijos todo fue secuencial y ordenado, como para ir acostumbrándose regular y reguladamente a las etapas y los cambios. La crianza, la educanza, la orientación y la emancipación. Todo a su tiempo, una cosa tras la otra y uno detrás del otro… Ahora, encima de lo que parece que es una distorsión en el tiempo, se produce también en el espacio. Ya no es la distancia que produce el síndrome de la proximidad, o seminido vacío, es que la distancia se estira igual en unos mapas que, a la vejez viruelas, nos parecen más físicos, extensos, distantes y separados, que nunca. Otras regiones, otros países, otras culturas, ¡qué lejos queda lo que nos es cercano!..
Y con cada ausencia, la existencia se nos hace menos liviana. Nos pesa vivir más la vida y nos duran menos los sueños, y nos enredamos pensando, o queriendo pensar, que el mundo es así, y nos dejamos llevar por el mundo que todos hemos hecho así. No sé cuándo, ni cómo, ni por qué, pero así lo hicimos por algún motivo en algún momento. Otros han experimentado esto con los propios hijos, pero no es la misma sensación que con los nietos. Ya digo, la vivencia es otra experiencia…
Un amigo tengo que ha celebrado hace poco el primer aniversario de su primer nieto… Qué suerte tienes, Antonio!. Agárrate a eso mientras puedas, y no lo sueltes mientras crezca, pues lo hacen demasiado aprisa para el tiempo que a nosotros nos queda. Tanto, que te puede pasar como a mí, que aún estés en la puerta de llegada cuando se te están escapando por la de salida. Y a pesar de ello, no deja de ser una melancólica satisfacción, a la vez que temerosa, fíjate que sentimientos más absurdos y contrarios… ¿cómo una melancolía puede ser satisfactoria, aún sin ser temerosa?..
Y es que, lo vuelvo a repetir, los de mi generación estamos en una edad muy difícil. Los que nos preceden, que son los únicos que podrían entendernos, ya casi no están por aquí, y los que nos suceden, que son los únicos que nos quedan, no pueden comprendernos. A los mayores de hoy se nos ha asignado hacer guardia en la retaguardia, pero no se nos ha preparado para la marcha de la vanguardia. Y para lo que vendrá después. Hay que ir asumiéndolo sobre la marcha. Y, a pesar de todo, no deja de ser una buena, aunque triste, experiencia…
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