TOMAR X DAR
- Por miguel-galindo
- El 28/02/2017
Más de la mitad de los refugiados en todo el mundo son niños… ¿Se lo pueden siquiera imaginar?. Son unos 33 millones de críos. Así, tal y como suena esta inmoral barbaridad. Y están viviendo (si es que eso es vivir) en raídas tiendas comunales de campaña, o bajo chamizos. Enfermando, muriendo de frio y de desidia… Y aquí, en este artículo de hoy, no hablo de los desaparecidos por acción de las mafias, que también esos son bastantes a sumar a este genocidio… sí, genocidio… Pero es que quiero poner el acento en otra cosa, si me lo permiten.
Acnur, con la que me identifico por causa de la historia - de mi historia - claro, se preguntó cómo podía mejorar los habitáculos de las anticuadas, antihigiénicas y muy limitadas tiendas de campaña militares. Y propició un concurso a través de la Onu, su patrocinadora. El resultado ha sido una pseudovivienda de 18 m2, 80 kgs. de peso total, y 68 piezas que se sirven en packs planos de fácil transporte, con las herramientas para su montaje, y que se levanta en una tres o cuatro horas máximo. El material es prolipopileno, a prueba de cuchillos e inclemencias del tiempo, y está dotado de puerta con cerradura. La mejora que proporciona es de seguridad, privacidad, aislamiento de la humedad del suelo, lo que evita las infecciones, el frio radial, y redunda en una mayor sanidad y mejor ventilación, etc…
Hace unas semanas, el prototipo ganó un prestigioso concurso, y se alzó con el Premio Beazley, que concede el Desing Museum, y se encuentra en la colección permanente del Moma de Nex York… Naturalmente, todos estos galardones tienen una dotación económica nada despreciable que, por sí solas, ya supone un rentable negocio. Por eso mismo acudieron 631 proyectos, procedentes de 70 países, que lucharon (solidarios que son) por alzarse con la idea ganadora… y ya, de paso, con el apetitoso negocio que supone hacerse con el contrato de suministro del invento.
El ganador, efectivamente, cómo no, ha sido la multinacional sueca Ikea, con un modelo de uno de su equipo de setenta diseñadores, y al que le cabe el honor de bautizarlo con su nombre. Se trata de los refugios Better Sholker. Gracias sean dadas, aleluya, aleluya… Cuando el consejero delegado de la empresa, Markus Engman, lo anuncia, a través de, y poniendo por en medio, naturalmente, a la Ikea Foundation, uno tiende a pensar, quizá que equivocadamente, que existe algún carácter solidario, o algo parecido, por la cosa de llevar el apellido de Fundación, pero no sé, no sé…
…Porque luego llegan los demás datos, y es que se han servido las primeras 30.000 unidades al precio unitario de 1.158 euros (mil ciento cincuenta y ocho euros, aparte impuestos y transporte). Y uno se queda un tanto tonto. Así, como si se esperase otra cosa, algo distinto, diferente, un detalle de generosidad… Ya sé que las empresas han de ganar dinero, y mantener una nómina y todo eso… Pero hacerlo con la necesidad, con la injusticia, con la desgracia, con lo peor de las personas, con el frio, el hambre y la vida de los más desgraciados y débiles del género humano… (¿?)
Que las soluciones y las mejoras para con los más pobres del mundo, y para con miles de Aylan´s que mueren y desaparecen en los campamentos de refugiados, nazcan al olfato de premios y pingües negocios, es de una indignidad deshonesta y miserable. Casi, casi abyecta. A mí, al menos, me produce una inmensa, enorme, tristeza… Que, gracias a este avance, mejorará la estancia y existencia de los refugiados, es cierto. Yo no lo voy a negar. Pero que se rindan premios y reconocimientos en lujosas galas a una empresa por hacer el mayor negocio de su historia, ya no lo veo tan normal… Si yo cobro el servicio que presto, nadie me debe nada, y el agradecimiento, los loores y los honores, van en la paga. Punto. Lo otro… enfín, lo otro dan ganas de vomitar… ¿o no..?.