TURQUÍA

 

Lo de Turquía es alucinante. Un golpe militar que se aborta antes de 24 horas, y que su presidente, Erdogán, que había salido un momentico a hacer un pipí, nada más volver al día siguiente de la asonada, ya tenía la lista preparada de decenas de miles de culpables. Eso es efectividad, y lo demás leches fritas… O puede ser también que en Turquía los cabezas de turco estén tan a mano para cualquier eventualidad, y más cuando son de esta naturaleza.

                La purga se hizo con una rapidez asombrosa (aún sigue haciéndose, en realidad) y al más puro estilo estalinista. Más de nueve mil son militares, oficiales, chusqueros, reenganchados, y más de 150 generales nada menos… Más jefes que indios. Hay más de 30.000 funcionarios públicos trincados y suspendidos, entre los mismos, dos mil son del Ministerio de Finanzas (al césar lo que es del césar) y más de un millar del de Asuntos Religiosos (a Alá lo que es de Alá), lo que apunta a que el islamismo, la radicalización, puede estar detrás, o quizá al lado, de esta movida. Lo que ignoramos es en qué parte están los buenos y los malos en esta película.

                Es que, por un lado asombra que se pueda detener a más de 20.000 maestros de escuela, que se cierren 160 medios de comunicación, que se empapelen a cientos de periodistas… Pero aún asombra más que todos esos profesores enseñantes e informadores fueran fieles seguidores del clérigo Fetulá Gülen, que está retenido (pero no entregado… aún) en EE.UU. A ver qué pasa. No sabemos qué es peor, si la facción religiosa oficial o la facción religiosa disidente, pero de adeptos vamos sobraos…

                Ese es el grave riesgo que arrostran los estados confesionales. Que se represalian los unos a los otros como el profeta los ha represaliado. Y tal es el peligro de los gobiernos que se dejan influir, arrastrar y manejar por estamentos religiosos, sean éstos del ísmo que sean. Que los derechos y las libertades se ven constreñidos por el fundamentalismo fanático del visionario de turno… que siempre, siempre, obedece a intereses económicos y de poder, por supuesto.

                Este es el estado pseudodemocrático con el que la UE coquetea su incorporación. Temible y terrible. Entre los clérigos y los sátrapas políticos, este país es una bomba con la espoleta en una escopeta. La del imam de turno, o la del visionario cacique subido al trono presidencial. Las urnas son una escenificación necesaria para pasar el matute. Y en esas manos, precisamente, hemos puesto, encima, el control humanitario de los refugiados. Mientras tanto, seguiremos mirando para otro lado. Es lo mejor que sabemos hacer, al fin y al cabo: ser hipócritas.