UTÓPICA EUROPA
- Por miguel-galindo
- El 04/04/2017
Se han cumplido sesenta años desde que se firmó el Tratado de Roma. Y habría mucho que celebrar si no hubieran cosas que lamentar. Es un aniversario triste para Europa, agridulce, con una defección en su seno (Bréxit), cientos de miles de refugiados en sus puertas, poniéndole un espejo delante que le muestra su verdadero rostro, con respecto a sus pomposos derechos humanos, luego un sátrapa turco de guardia de sus vergüenzas, y los viejos fantasmas nacionalistas saliéndole por sus no menos viejas costuras…
Europa empezó a nacer como posibilidad de algo grande y hermoso con la Ilustración, con la que comenzó a liberarse a la ciudadanía de las naciones del viejo continente, y cuando la conciencia empezó a formar poso con la cultura, y el conocimiento… Luego, en un par de ocasiones, se devastó a sí misma y desgarró al mundo en dos guerras sucesivas y hermanas la una de la otra, nacidas ambas de un emparejamiento entre revanchas y locuras paranóicas populistas, nacionalistas y totalitarias, enfocadas en el engendro del nazismo y el advenimiento de los fascismos.
Después… parece que Europa cerró sus heridas y se perdonó a sí misma. Que los supervivientes y herederos de aquel horror se abrazaron y se conjuraron en construir más de lo que habían destruido, lo que les llevó a crear la Europa del Himno a la Alegría, la de las estrellas sobre azul, la Europa que hoy conocemos… Y se empezó a fundar con un solo fín, un único objetivo en la mira, y un solo espíritu: culminar con los Estados Unidos de Europa.
Pero… a lo que parece, es una tierra prometida esa a la que aún le queda por experimentar su propia travesía en el desierto. Su particular éxodo. Se ve que tuvimos políticos adelantados, demasiado maduros para ciudadanías aún muy verdes. Si no, no se entiende… O también puede ser que aquellos ciudadanos doloridos, castigados y llenos de heridas, amasaran un pan con esperanzas. La ilusión y la esperanza son buenas, pero no suficientes, si no se educa a los hijos y a los nietos en las enseñanzas de la propia historia.
Por eso hoy reverdecen los populismos, los fascismos y los separatismos, los viejos nacionalismos, en toda Europa. Y surgen políticos arcaicos y nefastos, fantasmas aún no podridos de un pasado, que predican el “nosotros antes que nadie”, el egoísmo y la insolidaridad, los cotos cerrados y excluyentes, y que vuelven a ser votados por nuevas masas de nuevos ignorantes. Incluso dentro de los propios países miembros, como en España, aparecen los separatismos y la incultura…
Mientras, de los que ya han salido de la Unión, hay países, como Escocia, o Irlanda, que quieren separarse de Gran Bretaña para poder seguir en Europa, y anomalías absurdas, como Gibraltar, en que a sus “llanitos” les va a resultar más fácil viajar a Londres que a Algeciras, entre otros gravísimos problemas por ser ingleses… No digamos los que ya están dentro y no les importa quedarse fuera por el enfermizo deseo de una falsa y falseada independensi… Mientras un país hermano de siglos, Portugal, no contiene su deseo de volver a formar una nueva, sola y unida Iberia con España…
Sangrantes y patéticas contradicciones de una Europa cuyo sueño aún tiene que esperar para verse cumplido. De momento, lo que tenemos entre manos es la pesadilla europea. Y pocos motivos para celebrar nada, aún… Y es que aún somos muy tontos…