VALE, PUES ALLÁ VAMOS...

Hagámosle caso a los que tanto me insisten, aunque no sean tantos… Cuando he tratado el tema del bien y del mal, nunca, jamás, he llegado a afirmar que el mal no existe… O yo no me he explicado bien, o alguno me ha entendido mal. Tan solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor, y el estado del mundo, o el de nuestro propio país, para ver que la maldad salta por todos lados, como las liebres… Lo que yo he afirmado siempre es que no perseguiríamos el bien si no existiera el mal. Que nacemos y morimos, y nos experimentamos, a nosotros mismos y unos a otros, en un mundo dual, de contraposiciones: tristeza-alegría, pecado-virtud, luz-oscuridad, mentira-verdad, frio-calor, blanco-negro… y que cada una de las partes conforman su contraria. Pura filosofía, pero también pura física.

Por ilustrar un poco la cosa, acuérdense aquellos que rondan mi edad, y posteriores, de aquel catecismo que nos imbuía aquella Iglesia de la época (ignoro si hoy también) de que cada ser humano era habitado en su interior por un ángel y un demonio – otra vez la dualidad – y que la misión de uno era procurarnos la salvación, y la del otro asegurarnos la perdición… En medio de ambos (del guardador y del tentador) se establece la llamada Conciencia, el árbitro. No es que no se tenga conciencia, como se dice en algunos casos, no… siempre se tiene, pero es una buena o mala conciencia en niveles altos, regulares o bajos. Es la aportación al pulso del conocimiento, del alma, del espíritu, o del como cada cual, o cuala, venga a llamarlo… Es el raciocinio, la chispa divina, frente al libre albedrío…

…Pero nos la tenemos que comer con patatas, nos gusten o no las patatas, pues, si no, ¿dónde quedaría ese libre albedrío?... Lo que pasa es que esa concepción del bien y del mal nos resulta tremendamente incómoda a los seres humanos, o aquello que seamos, porque nos sueltan en un mundo de opuestos integrados, nos dejan a nuestro propio, otra vez, libre albedrío, y nos hacen personalmente responsables de nuestros actos y decisiones… “Vosotros mismos, chicos”… y allá con los resultados de las mismas. Y eso nos jode bien jodidos. Porque lo cómodo es tener siempre un diablo a la mano a quién echarle la culpa de todo lo que jorobamos… Si hacemos un bien, ni nos acordamos del ángel majo, ¡qué bueno soy, madre!.. pero si hacemos un mal, con echarle la culpa al demonio…

Fíjense hasta qué punto es así, que existe un Evangelio Gnóstico, que la Iglesia ha arrinconado entre los apócrifos, pues machacaba su versión del Génesis de buenos y malos (si bien que de ahí sí que saco yo a nuestro ángel y a nuestro demonio) atribuído a San Juan, hijo de Zebedeo, como se afilia a sí mismo el autor, y que, según él, es la transmisión de la enseñanza del propio Cristo… Está reseñado como “El Libro Secreto de Juan”, y fue uno de los documentos en copto aparecidos en 1945 en las cuevas esenias del Mar Muerto...

Bueno, pues aquí, tras un detallado y exhaustivo plan de la Creación, al hombre lo crea un jefazo de los ángeles caídos, con un equipo de asistentes angélicos de la leche, bajo ciertas instrucciones. Parece que al tal no le sale muy bien la cosa, tiene que soplarle para insuflarle vida, pero no discurre mucho el engendro… Lo hacen andrógino, pero ni crece ni se multiplica, ni nada, así que lo meten de nuevo a quirófanos, le separan los sexos, y le hacen una compañera, a ver si así… Bien, como Dios el de verdad (no Jahvé, que era un elemento) vió que era injusto para el pobre criaturo, dotó a la hechura de una mente (discernimiento) y lo colocó en su Creación por encima de los ángeles. Unió lo físico y chapucero con lo espiritual y perfecto, jodiéndole, de paso, el dominio de la materia a los luciferes rebelados, y haciendo rey de la misma al propio hombre creado por ellos…

Así que éstos se cogieron un cabreo del quince, y le tomaron una envidia tal al hombre que acabaron de echarlo del jardín donde había sido creado poniendo un guardia jurado en la puerta… Si tan listos sois, valérselas por vosotros mismos, y allá os zurzan, vinieron a decirles, y, acto seguido, para contrarrestar al Supremo, ellos mismos se esparcieron también por la tierra de okupas, instalados en la mente de los humanos… O sea, todo justo al revés de cómo nos lo contaron. Justo al contrario. Esto es, “los buenos y los malos” interactuando como tales en nosotros, como en una película de John Houston… Dios “deja hacer”, o “se aprovecha” de los renglones torcidos de sus satanases, para completar, o no, su Plan. Cada uno con su rol, y nosotros en medio.

Mi conclusión, amigos míos, es tan simple como simplista: lo que Dios hizo solo puede ser bueno, pero, en su Creación, en la conversión de la energía a la materia, tuvo que incluir, o permitir, o inducir, un polo contrario para que lo bueno se apreciara, se hiciera efectivo ahí también… Y como nosotros formamos parte de ambas realidades, pues aquí estamos, intentando elegir bien, y jugando a pares o nones…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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