VIEJOS

El grito de un jubilado de “soy viejo, no idiota”, ante el agravio que supone para los mayores las restricciones de servicios bancarios en las personas de más edad, se hizo viral en las redes, y suscitó una serie de “memes” y de artículos en los medios de comunicación, y de sesudos columnistas, donde todos coinciden en que, efectivamente, a los pensionistas se nos está marginando de ciertos servicios poco a poco (acuérdense de aquella película “No es País para viejos”, de Javier Bardem), dificultándonos el acceso a los mismos… Y es verdad, muy cierto. Rosa Montero lo describía muy gráficamente en una corta frase: “se les escupe como huesos de aceituna”.. Yo añadiría a la misma, si me lo permiten:”… pero tras habérselas comido”..

Es que esa es la cuestión, precisamente, que esas entidades están acostumbradas - es la esencia de su naturaleza – de escupirte tras haberte exprimido. Lo hacen con todas las personas de todas las edades y condición (menos con los ricos, claro, a los que custodian sus fortunas); con todos los negocios e iniciativas, en potencia. Mucho más, entonces, con los que ya son viejos… Yo propongo otro eslógan, si les apetece y les viene bien: QUERÉIS NUESTRAS PENSIONES, PERO NO A NOSOTROS… Es que, precisamente porque no somos idiotas, solo viejos, como decía el afortunado compañero, nos damos cuenta de lo único que queréis de nosotros es nuestra miserable y escasa paga. Pero somos muchos, claro, y eso es un chollete.

Por supuesto, existe la evidencia de que, a más edad, mayor dificultad para el manejo de las nuevas tecnologías y de las aplicaciones (app´s, en bárbaro moderno) que nacen “para facilitarnos las cosas”, como reza el mantra del neomundo éste… Pero también existe la evidencia, que se quiere ignorar hasta olvidarla, que nuestras generaciones fueron educadas y formadas para tratar con personas, no con máquinas, ni con algoritmos, ni con loros mecánicos; para el trato personal y cercano, no para delegar en protocolos digitales. Es la diferencia entre humanización y deshumanización; entre el trato vivo y el maltrato muerto; entre considerarse persona o deshecho… Que la banca actual se limite a poner un robot en la puerta y a una persona tras un cristal y un timbre, distante y fría, a la que hay que molestar mendigando la ayuda, supone un desprecio indigno hacia el que se considera un cliente, una persona, un ser humano...

Sin embargo, aparte de la educación, que eso es otro concepto en franco camino de desaparición, se va abriendo paso la idea de viejo, igual a viejuno; de trasto inútil que molesta más que aporta; y que, poco a poco, se les va retirando el mínimo respeto y consideración residual que aún se nos concede… Esto es así, no solo en lo de los bancos, que es la avanzadilla del cubo de basura, si no que se está viendo en los protocolos de la Administración frente al Cóvid; en la actitud de los funcionarios, cuando, en la cola, divisan a una persona de edad; en la de muchas oficinas de prestación de servicios…

Y esto que se está viendo y notando, o se debe a la naciente moda de que los viejos comenzamos a estorbar, o se debe a una enorme, profunda y brutal ignorancia, pues se está andando el camino hacia una sociedad vieja rematada, no joven, y esto es como pegarse un tiro en el propio pie… Según los datos del INE, a principios del pasado año habíamos en España casi nueve millones y medio de personas mayores (casi un 20% del total de habitantes), y envejecemos tan aprisa que, en lo poco de siglo que llevamos, la edad media de población ha subido nada menos que cuatro años (no se cumple con el mínimo índice de natalidad).

Por eso, los hoy jóvenes que se creen a salvo tras un mostrador, una ventanilla, una mesa, o el cristal de un banco, no se van a librar de ser mayores más pronto que tarde… Y el vendaval tecnológico es de tal calibre que nos desbordará a todos; también a ellos le afectará, y mucho, muchísimo más directa e irreversiblemente que a nosotros. Tanto, que es muy posible que tengan que conectar sus cerebros directamente a los ordenadores cuánticos, y que tramiten sus cosas, en busca de una solución, o ayuda, a la que nosotros, los viejos de hoy, les pedimos que nos echen una manita humana. Ya no será necesaria vacuna alguna con chip incorporado.

Así que yo les aconsejaría a los que, como dice Rosa Montero, nos escupen como huesos de oliva, o que se vayan a Cieza a competir, o que procuren guardarnos y plantarnos en la tierra, no en el asfalto de calles, plazas y autopistas, ni frente a cajeros automáticos, porque, a lo mejor, necesitan que broten nuevos olivos donde no va a quedar nada… Es mejor cuando nos cagan los mirlos, pero es que no vamos a ver ni un jodido mirlo tampoco.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com