VIVIR

(de La Razón)

 

Cinco letras apenas para expresar un significado tan denso y tan amplio, tan contundente y tan compacto, tan profundo, tan corto y extenso a la vez... Vivir reúne apenas un par de sílabas iguales, repetidas, y una “r” final a modo de infinitivo verbal, aunque en este caso precisamente, el infinitivo puede volverse infinito. Y pudiera ser porque vivir la vida, ¿qué, si no?, bien puede llevarse todo el infinito en el intento. Piénsenlo, piénsenlo ustedes, pero piénsenlo despacio, “a bonico”…

Lo primero que deberíamos preguntarnos – pues sin vida nada habría que preguntar ni vivir – es qué es eso precisamente: la vida: si un mero respirar (pneuma), si un mero existir (psyquis); si un mero experimentar (empeirá); o quizá sean las tres cosas en una sola, como una trinidad. O puede que todas formen parte de la vida, pero que cada una por su lado sean vidas incompletas… La cultura griega ya exponía en sus ágoras las diferentes escuelas de pensamiento, que, al igual que la idea de la vida, eran tan distintas como a la vez complementarias.

Hasta las piedras viven, aunque eso no lo creamos vida”, creo que decía Anaxágoras por lo bajini… y llevaba razón. Porque estos filósofos, que basaban sus razones en la mera observación, no se desviaban mucho de la experimentación realizada muchos miles de años después. Pensadores antes, y científicos ahora, no andan tan descaminados los unos de los otros. “Que yo razone y el pedrusco no, solo quiere decir que ambos vivimos, pero que el pedrusco no se da cuenta que vive”, decía Pitágoras a sus oidores…

Al final, entre unos y otros de la misma escuela, fijaron un axioma indefectible que ha llegado hasta hoy: “si nace, cambia y muere, es que vive”. Inapelable. Solo la física quántica, milenios después, se ha permitido añadir que, cuando nosotros dejamos de percibir tal fenómeno, no quiere decir que desaparece, sino que sigue funcionando a otro nivel o dimensión vibratoria, porque la muerte y la vida son dos palabras que definen la misma cosa (los más espabilados y avisados habrán observado ya que he quitado el elemento “religión” de la ecuación, pero es tan solo para poder demostrar que no se necesita para explicarlo). Forgive me

Así que, si queremos hacer un análisis personal cada uno de nosotros de su experiencia de VIVIR, está claro que tan solo puede hacerlo de su vida consciente en este mundo, en esta parcela de existencia, ya que de otras anteriores (ni Dios tiene principio ni fin, ni la energía se crea ni se destruye pues tan solo se transforma, pertenecen al catecismo Ripalda y al de la Termodinámica) no se nos ha concedido memoria por alguna razón que desconocemos… Yo me imagino, y es una suposición, claro, que está establecido así, aunque la intuyamos, para que no nos hagamos trampa a nosotros mismos, ni al sistema evolutivo, programado o no… De lo que deduzco, con cierta base lógica, que si se conoce nuestro talante y nuestros talentos por ahí, debe ser porque venimos de hacerla, de liarla, por otros lados, y ya se nos tiene sobradamente calados. Es que entonces no tendría ningún sentido. Pero, aparte de la “ficha policial”, cada cual piense por y para sí aquello que le parezca y/o apetezca..

A ver, usted mismo… ¿qué puñetas es vivir?.. y, como seres pensantes y penantes, podemos contestarnos que el hecho en sí mismo de vivir se divide en un manojo de cuestiones: ¿por qué vivimos?, ¿con qué vivimos?, ¿de qué vivimos?, ¿en qué vivimos?, ¿para qué c… vivimos?.. Y todo antes de contestarnos, si podemos, a ¿de dónde venimos?.. Esto es, hermano lobo, vamos a lo que tenemos entre manos ahora, antes de lo que tuvimos, si es que alguna vez fuimos, porque lo que lo fijo es que hay un único y solo presente que dura siempre.

Así que yo me pongo en trance, ¡ fíu..! y me pregunto: a ver, tío, acho, tú por qué puñeta vives?, y está meridianamente claro que, aún ignorándolo, existe un propósito establecido, o mejor pre-establecido, porque a ver si no porqué y para qué… Vale, ¿y con qué venimos?, desde luego “con un pan debajo del brazo”, como decía la abuela, parece que no, ahora, con un pan como una hostia, parece que sí (cada cual habrá que meditar el suyo); ¿de qué vivimos?.. de un Libre Albedrío que nos fue dado para que nos ganemos el pan con el sudor de nuestra frente (lo estamos haciendo con el sudor de nuestra gente). Vale, ¿en qué vivimos?.. en el mejor de los mundos posibles, está claro que nonis, pues, como ese “posible” está condicionado a nosotros, y nosotros no damos para más, pues eche usted cuentas. Y, por fin, ¿para qué vivimos?.. pues puede que para aprender lo que vale un peine, para saber que, al final, vivir y morir es un Volver a Empezar, como la película de Garci, pero que nos hemos empeñado en ignorar para no tener que pensar.

A lo mejor, o a lo peor, es que esas palabras: “por”, “con”, “de”, “en”, “para”, además de ser preposiciones, como nos enseñaron en nuestra temprana escuela, también son proposiciones que se nos enseña en la escuela de la vida… En esto, coñe, hasta la misma semántica acude en nuestra ayuda para que no seamos tarugos: “pre” significa “antes”, antes de la posición en el caso de pre-posición; y “pro”, en el caso de la pro-posición, viene del latín “prodest”, o sea, provecho, utilidad. Esto es, traducido al román paladino, la lengua de Aladino, se nos está diciendo que la posición de antes nos sitúa para la posición de provecho después.

Jesucristo, cuando se las colocaba complicadas a sus seguidores de lo fáciles que eran (no hay nada más difícil que lo que se nos pone fácil) siempre acababa con la misma letanía: “el que tenga oídos para oír, que oiga”, y luego añadía:… porque os lo estoy poniendo a “güevo”, hijos míos… pero esto último nos lo evitó el evangelista de turno, entre otras muchas cosas que nos escamotearon en los primeros conciliábulos, o Concilios.

En muchas películas americanas, nos cuelan la frase: “¿quién dijo que vivir fuera fácil?”.. y parece una excusa impostada, pero es una verdad. ¿Por qué nos hemos creído que es fácil?.. ¿a cuento de qué?.. ¿quién leches nos lo ha prometido?.. Solo nosotros mismos nos engañamos a nosotros mismos, nos creemos las mentiras ajenas convirtiéndolas en propias, y luego, encima, nos negamos a preguntarnos los motivos de las cosas, los casos y sus causas…

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com