Y AHORA...
- Por miguel-galindo
- El 28/10/2016
A partir de aquí, ya es una incógnita. Y lo es, porque en España es la primera vez que se estrena un gobierno consensuado, compartido. Pero es una incógnita obligada, porque así lo han querido los españoles, y así mismo lo han manifestado en las urnas. Por dos veces, además. Así que lo que pase a partir de ahora será exclusivamente responsabilidad de los partidos… institucionalistas, puesto que también los hay de los que no lo son nada más que a la hora de cobrar los emolumentos. Pero esos no deberían contar en una democracia formal, puesto que solo van a reventarla. Me refiero solo a los que están obligados a saber pactar y gobernar mediante el diálogo. Si nos llevan a unas terceras elecciones en corto plazo, es que habrán fracasado a pesar de todo.
Pero eso no les dará la razón ni de cerca a los que ya lo están anunciado, frotándose las manos, pues ellos deseaban el fracaso antes que dar una oportunidad de gobierno mediante acuerdos. Es más, serán los que pondrán palos en las ruedas a fin de hacer descarrilar el único gobierno posible que se puede dar este país. Lo que sí han conseguido son unos costos terribles para España por este largo periodo de interinidad. Costes de singulares características populistas y divisionistas, puesto que mientras en Europa el populismo es de derecha extrema, aquí se da el de izquierda extrema.
España ya no es un enigma histórico, como dijo el eminente don Claudio Sánchez-Albornoz, porque ahora los comportamientos sociales ya la convierten en una certeza histórica. Aunque esa certeza se debata hoy entre las dudas más desgarradoras. Por eso mismo, cualquier análisis habrá que hacerlo tomando el máximo de distancia posible, si es que ello es posible… Pero el Psoe, nos guste o no, según el bando beligerante que el ínclito Sánchez lo ha dividido tras llevarlo a fracasos contínuos y estrepitosos en las urnas, ahora ha tenido que hacerse el hara-kiry, y asumir un doloroso sacrificio interno, se diga lo que se diga. En bien de los intereses del Estado y de los ciudadanos, con el único paralelismo histórico de fondo que aquel autosacrificio que hicieron las cortes generales franquistas a favor de la democracia, a pesar de sus ultras que le empujaban al golpismo. Aunque estos segundos se condenaban a sí mismo a la desaparición, y los actuales pueden evitar su desaparición a la que se hubieran condenado de hacer caso a sus propios ultras. Puede decirse que se han sacrificado en interés de los españoles y en interés de sí mismos, pues, de esta división de hoy, saldrán más fortalecidos que del tercer castigo inmisericorde de las urnas. Seguro.
Ahora, cuando se conforme el nuevo ejecutivo, sabremos si acabará en ser el gobierno de la mediocridad, del fracaso, de la rendición a la intimidación, o del arrojo, la valentía, el acuerdo y el diálogo que asombró al mundo en aquella exitosa experiencia de la Transición. Si defraudamos a ese mundo, y nos defraudamos a nosotros mismos, será porque los políticos al frente, a los que se le ha encargado la labor, no tienen la necesaria talla para realizarla, y entonces sí que habrá que ir a unas terceras, si bien que cambiando a los actores, a las personas y a los personajes.
Porque la partida que empieza, con los líderes de Podemos por un lado, y la derecha más recalcitrante aún sin purgar del PP, solo puede traer un enfrentamiento social en medio de un problema que afectará a toda la población española. Solo si el colchón moderado ahormado por el Psoe, una vez exorcisados sus cerriles y fanáticos demonios familiares, y un Ciudadanos armado con ochenta puntos de coincidencia, pactados por separado con ambas formaciones, pueden hacerse fuertes en los escaños del nuevo parlamento si no muestran fisuras en el resultado final, en el objetivo principal, y pueden… podrían, garantizar la esperanza. Eso, y que el Psoe sepa reconstruirse a sí mismo, claro...