YAHVÉ

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Sinceramente… Yo creo que la gente aún cree en un dios yahvístico, no en el que Jesucristo anunció. Se adora a un dios celoso, premiador y castigador; un dios necesitado de templos y de un sacerdocio a su servicio; un dios catequístico y catecísmico; un dios que se apoya en ritos y dogmas, y de grandes idolatrías e iconografías, y escenografías. Un dios, en definitiva, hecho a imagen y semejanza del hombre… Todavía rendimos culto a Yahvé. Aún adoramos al dios del Antiguo Testamento.

            Y lo veo, y lo creo, y estoy cada vez más convencido de ello, y lo siento sin duda alguna y con claridad meridiana cada vez que llegan estas manifestaciones de Semana Santa, esa monstruosa bestia apocalíptica, híbrida de religión, fanatismo y mercantilismo. Y cada vez recuerda más a aquellos cumplimientos de la pascua judía, con sus ordenamientos, sus rituales, sus sacerdotes, su templo y sus cambistas con sus mesas en los atrios del montaje. Y su participación en toda venta y negocio aparejado. Eso sí… en nombre de Yahvé, claro.

            De un Yahvé al que aquel genial nazareno que hoy se vuelve a sacrificar en imagen bajo excusa económica, quiso destronar para entronizar a un Padre bondadoso, cercano y justo, y que fue crucificado por tal atrevimiento, por supuesto… Y también por intereses sacerdotales, y por la ignorancia del pueblo. Por la cultura dominante y por la incultura galopante. Exactamente lo mismo pasaría si volviera hoy por aquí. Quizá que haya pasado ya, y no nos hemos enterado. Quizá que ya ha ocurrido y nos lo han ocultado. Y nos ha pasado desapercibido porque las iglesias e instituciones están precisamente para eso. Para mantener el chiringuito abierto y que nunca le falte clientela, por muchos mesías que vengan incordiando.

            ¿Quién puede decir que no es así..?. De hecho no ha cambiado nada, o muy poco, desde aquella iglesia judía de la sinagoga, que se quitó de en medio al sublime incordiador, a ésta católica que celebra en Su nombre su propio sacrificio bajo el paraguas de las rentas, naturalmente. Los métodos, las formas, las normas y los dogmas son prácticamente los mismos. Y los grandes y medianos, y sumos, sacerdotes, también. Son sus herederos entre los gentiles. O sus gentiles herederos…

            San Pablo, el de Tarso, el ciudadano judeoromano fabricante de tiendas, lo que hizo en realidad, lo creamos o no lo queramos creer, fue un copypega de la religión judeomosáica, si bien que poniendo la figura de Jesús (un Jesús al que no conoció, salvo de oídas, por cierto) en el eje central de todo. Pero un eje del que gira alrededor una concepción viejotestamentaria de Dios, o sea, un dios yahvístico revestido de un concepto cristiano… o mejor católico que cristiano. Esa es la historia, no el dogma…

            El expulgo de los escritos de las primitivas iglesias cristianas que la iglesia emergente hizo en Nicea, y la persecución y purga de los textos más antiguos y originales, fue como un auténtico golpe de estado. En ese Concilio se derroca lo que emergía y se restaura la antigua casta sacerdotal. Nuevo nombre para viejas formas. Han pasado 1.700 años, y seguimos pendientes de una Parousía controlada por el Templo… De momento nos siguen vendiendo lo que todos hicimos con el Nazareno aquél. Y nosotros seguimos comprándoselo y consumiéndolo entusiasmados.